13.1.07

Berlín-durante décadas de obras

Cuando era pequeña no me resultaba fácil entender ese jeroglífico de las dos Alemanias; no sólo era un país dividido, sino separado en dos mitades prácticamente enemigas. En 1989 Berlín dejó se estar dividida por el muro y en 1990 se convirtió de nuevo en la capital de la nueva Alemania unificada.

Visité Berlín por primera vez porque mi tía se trasladó por motivos de trabajo a lo que entonces era una ciudad en plena re-composición. Yo apenas tenía nueve años y el muro acababa de caer. Hoy es una ciudad ante todo monumental y llena de vida, es una fantástica mezcla de culturas, agradable y acogedora. Resulta además imposible de abarcar en sólo unos días.

La segunda y tercera vez, incluso la cuarta, sentí curiosidad por encontrar restos de su turbulento pasado. En principio no pareció tarea fácil. El plano del metro es totalmente homogéneo; ni rastro en él de que hace menos de dos décadas las líneas estuvieran cortadas a causa de la división de la ciudad. En la superficie las cosas no son muy diferentes. Ni rastro del muro en los planos de Berlín. Hay lugares como Potsdamer Platz que estuvo abandonada durante la época del muro, por estar en tierra de nadie, y actualmente es una de las zona comerciales más modernas y pujantes, reviviendo su gloriosos pasado (fue el primer lugar del mundo en que se puso un semáforo, debido al intenso tráfico que soportaba en los años 1930).
Me llamó la atención cómo la parte histórica y más monumental de la ciudad estaba toda prácticamente contenida en el lado Oriental, supongo que como consecuencia de que fueron las tropas soviéticas las que conquistaron Berlín para los aliados en 1945. Más hacia el este encuentras la avenida Karl Marx Allee, en la que perviven grandes edificios de viviendas sencillos y funcionales de la época comunista.

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Pero poco a poco fui desenmascarando la auténtica forma en que Berlín recuerda su historia. Por supuesto que hay restos del muro. Todo él está señalado en el suelo, como una cicatriz no se olvida, pero, sobre todo, que no se quiere olvidar. Porque Berlín vende sus miserias de forma casi grotesca…
El Checkpoint Charlie, es el lugar en que los soldados estadounidenses controlaban el paso entre su zona y la oriental, es una de las grandes atracciones turísticas del nuevo Berlín. Allí se pueden comprar todo tipo de recuerdos de la RDA (o DDR en alemán), incluso te sellan el pasaporte, como en la época del muro, por el módico precio de 2 euros y pico. Cerca de la Puerta de Brandeburgo grandes esquelas y fotos colgadas en la calle recuerdan a las personas que murieron por disparos intentando cruzar el muro.

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Aparte de la cicatriz en el suelo, se conservan numerosos restos en pie del muro, algunos con todo tipo de información al respecto. Vale que sea bueno no olvidar el pasado, pero es que te siguen vendiendo pedacitos del muro (con certificado de autenticidad), a precios variables dependiendo de su tamaño. Y postales, muchísimas postales, recuerdan cómo era la ciudad antes y durante la época del muro.
También los horrores de la guerra son recordados y utilizados por Berlín. Hay expositores enteros de diapositivas en blanco y negro con imágenes de la ciudad arrasada en la II Guerra Mundial. Todo se vende en Berlín. En un país donde tanto se reconstruye, la iglesia Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche permanece en el mismo centro de Berlín mostrando su estado ruinoso por los bombardeos. Un ejemplo más: en plena zona monumental se alza la Neue Wache, (la Nueva Guardia), un edificio clasicista, en el que se conmemora a todas las víctimas de los totalitarismos y el militarismo.
Más llantos ofrecidos al visitante por esta ciudad llorona, que no triste, porque parece haber convertido sus miserias en fuentes de ingresos. Mirando al futuro.