5.1.07

El "Síndrome de Peter Pan"

Según diversos autores el síndrome de Peter Pan lo padecen las personas que aun en la edad adulta continúan pensando, sintiendo y comportándose de manera irracional, infantil e inmadura.
Se trata de hijos que nunca creen apropiado marcharse de casa, cuarentones con una vida social típica de un adolescente, amistades y grupos de salida mucho más jóvenes… Se trata de personas que, a pesar de haber alcanzado la edad adulta, son inmaduros emocionales y no quieren o son incapaces de crecer y afrontar las responsabilidades que conlleva la vida adulta. Son personas que padecen el denominado síndrome de Peter Pan, un nombre que se basa en el conocido personaje de la literatura infantil creado por el escocés James Matews Barrie en el año 1904.

El nombre del síndrome se debe a las características de personalidad del protagonista de la obra escrita por James M. Barrie, novelista, dramaturgo escocés 1860-1973, que obtuvo un gran éxito en todo el mundo y cuyo título todos conocemos: Peter Pan.
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La relación de este síndrome con la novela es que en el país imaginario Nunca Jamás el lema de los niños que viven allí es "no querer crecer nunca". O sea, permanecer siempre niño, aun siendo adultos. Ocurre lo mismo con muchas personas de nuestra sociedad, inconsciente o conscientemente no desean crecer, no quieren madurar como conciencias. Esto, deriva en una serie de consecuencias no muy favorables para estas personas.
Una de las características que predominan en este síndrome, entre otras, es la falta de madurez afectiva. Dentro de este aspecto, como formas claras de inmadurez se pueden destacar la inseguridad, la falta de confianza en uno mismo y la auto-valoración negativa e inadecuada. Por ejemplo, hay personas que se sienten bien cuando los demás les aprueban y se sienten mal cuando les reprueban . En estos casos uno deja en manos de las demás conciencias su propio bienestar. Una de las razones posibles por lo que esto acontece es por la falta de nuestro propio autoconocimiento y la manera de pensar que tenemos de nosotros mismos y de los demás. Con la adquisición de información adecuada y la experimentación de la misma en el día a día podemos llegar a conocernos mejor, salir de nuestros pensamientos inmaduros y comenzar nuestra marcha rumbo a la madurez integral.

El hecho de no querer asumir responsabilidades es otra de las maneras de manifestación de inmadurez de la conciencia. Y no solo me refiero a nuestras responsabilidades en esta sociedad intrafísica sino también a nuestras responsabilidades que como conciencias acatamos antes de venir a este mundo físico. Es decir, a los compromisos que adquirimos con nuestra propia evolución y con la de las demás conciencias antes de renacer. Es lo que la Concienciología llama Programación Existencial . Realizar la programación de vida supone salir del infantilismo y del egocentrismo de uno, ser altruista con discernimiento, ser maduro. Cumplir o no esta programación nos conducirá a estar o a no estar en unas condiciones favorables en nuestra evolución cuando pasemos por la muerte biológica y volvamos a la dimensión no-física de la cual somos originarios. Es en esta dimensión no-física donde se realiza la revisión del cumplimiento de nuestra programación. Si la hemos llevado a cabo habremos conseguido madurar un poco más como conciencias y nos encontraremos felices. Si por el contrario no somos capaces de llevarla a cabo, nuestro estado será de melancolía o peor aun de profunda tristeza.
Así, sucesivamente vida tras vida, porque la madurez no se puede entender como un destino definitivo donde uno se establece de manera perenne cuando su vida física acabó, sino que hay que continuar vida tras vida de manera progresiva en nuestra evolución hasta poder alcanzar la Holomadurez como conciencias.