15.12.06

El olor de la pobreza


Todos sabemos que existe pobreza y cuando leemos las estadísticas lo asumimos como algo mental que tampoco nos hace sufrir mucho.

Un artículo que leí hace poco me recordó a una experiencia que tuve hace unos 4 años –cuando mis padres se fueron a vivir a Rabat, Marruecos-fué la segunda vez que cruzaba el estrecho hacia un continente (todavía) lleno de tópicos para mí. Esta segunda visita no era una visita turística, me disponía a convivir con mi familia en un país musulmán durante aproximadamente mes y medio. Los primeros paseos por la medina de Rabat no se me olvidarán nunca porque al pasar por un sitio cerca de la playa al lado del casco antiguo había un olor a orina que apestaba tanto que empecé a marearme. Luego me enteré de que la mayoría de las casas de la medina no tenían wateres en su casa y utilizaban este lugar de la playa.

La verdad es que fué a partir de aquel momento cuando más me di cuenta de lo privilegiada que era por haber nacido en un país en el que ni se ve, ni huele ni se siente la pobreza aunque a la vez me di cuenta de lo impotente que pude sentirme por no poder cambiar la pobreza.

A pesar de que Marruecos es un país más desarrollado que muchos otros países africanos (su índice de desarrollo se sitúa en el lugar 128 del PNUD), hay muchos mendigos acostumbrados a depender de la gente que le da unos cuantos dirhams para poder sobrevivir cada día. Pero hay personas que aún viven en peores condiciones que estos mendigos de la ciudad que son aquellos allegados de los pueblos que habitan en la periferia de la urbe, en los llamados "bidonville" y buscan todos los días en las basuras comida para sobrevivir.

No puedo comprender a aquellas personas que lanzan comentarios xenofóbicos sobre maghrebíes que vienen en pateras o cayucos arriesgando su vida en ello, donde puede parecer que, por venir de donde vienen, tienen menos valor que otros seres humanos. Para buscar una forma mejor de vivir, ellos y sus familias arriesgan un viaje tan peligroso que en él pueden morir. ¿Cuál es pues, la alternativa que les queda?