14.12.06

El color del paraíso

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Esta maravillosa película iraní ganó en el año 2000 el Gran Premio de las Américas del Festival de Montreal y el Premio Especial del Jurado y el del Jurado Joven en el Festival de Gijón. Se trata de la cuarta película realizada por el actor, escritor y director iraní Majid Majidi, aventajado discípulo de Mohsen Makhmalbaf, que ya demostró su calidad en Baduk (1992), El padre (1996) y Niños del paraíso.

Mohammad es un niño ciego de ocho años que estudia en un colegio especial de Teherán. Inteligente e hipersensible, ha desarrollado extraordinariamente los demás sentidos y sufre con la rudeza de su padre, un carbonero viudo que ve a su hijo como una maldición de Dios. Esta frialdad marca las vacaciones de Mohammad en su pueblo natal, una preciosa aldea perdida en las tierras altas del norte de Irán. Allí, el chaval intenta ganarse a su padre -que está obsesionado con volver a casarse-, mientras disfruta de los preciosos parajes naturales y del cariño de sus dos hermanas y de su abuela, una mujer trabajadora, vitalista y religiosa.
 /Habrá quien considere El color del paraíso como otro cuentecito iraní, aburrido y críptico, que no merece más que una sonrisa benévola. Pero, probablemente, es uno de los grandes títulos de la última década. Ciertamente, su minimalismo narrativo, su ritmo parsimonioso, su seguimiento exhaustivo del sufrimiento infantil, sus naturalísimas interpretaciones y su desenlace abierto son similares a los de otros filmes recientes producidos en Irán. Pero aquí ese singular neorrealismo se enriquece mucho con las personalidades de los protagonistas. Así, la ceguera externa de Mohammad lleva a Majidi a prestar una mayor atención a la música y los sonidos, y a intentar captar el valor de los sentidos del tacto, el olfato y el gusto. Por otra parte, la ceguera interna del padre de Mohammad a toda la belleza que le rodea es subrayada por Majidi con una fotografía de un lirismo apabullante. Todo esto, remachado por una espléndida planificación y un montaje atrevido, provoca numerosas secuencias de alta emotividad, algunas marcadas incluso con un cierto toque onírico, más propio del realismo mágico que del neorrealismo.

En realidad, El color del paraíso -desde el pajarillo herido al llanto en la playa- es una espléndida parábola sobre la lucha entre el amor y el egoísmo, y sobre el papel en ella de la oración -principal arma de la abuela- y del sufrimiento, asumido hasta el extremo por el niño ciego. Por eso no son simples detalles ornamentales la invocación inicial "En el nombre de Dios" ni la irrupción final de una iluminación mística; son el prólogo y el epílogo perfectos de una obra maestra que, tras su aparente tristeza, rezuma alegría y ternura.






1 Comments:

At 12:58 p. m., Blogger hanayeol said...

Hi, invite you baduk blog
http://hanayeol.blogspot.com

 

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