1.12.06

La apuesta de las patentes

Ni en el Norte ni el Sur del planeta, la industria farmacéutica tiene buena prensa y parece que ha conseguido echar a perder el capital de simpatía que le habían proporcionado sus grandes descubrimientos de las décadas de 1960 y 1970.
En ninguna industria los argumentos convencionales del copyright, los derechos de autor y las patentes son tan válidos como en la industria farmacéutica. Sin embargo, pocos sectores industriales han conseguido afianzar mejor en la población la idea de la necesidad de su monopolio -probablemente también les haya causado un gran coste social- para conseguir esta opinión. Pero la realidad sin embargo es bien distinta:

La opinión pública se ha indignado al enterarse de que los laboratorios farmacéuticos más grandes del mundo han presentado una demanda judicial contra el gobierno de África del Sur ya que en este país se pretendía fabricar e importar medicamentos genéricos para tratar a enfermos de sida . En muchos países, los mismos laboratorios han conseguido hasta ahora frenar de mil maneras la producción y distribución de fármacos genéricos, aunque sus precios más bajos ayudarían a reducir la deuda de la Seguridad Social. Entre toda esta polémica surge también el el planteamiento de la vida de los ricos contra la muerte de los pobres y la figura del gobierno norteamericano (una vez más, cómo no) que es en primera línea el principal creador de patentes imposiblitando al mismo tiempo todo tipo de progreso. ¿Se trata realmente de una cuestión de supervivencia para los grandes laboratorios o del frío pensamiento capitalista y la persecución del aumento de los ingresos?

Las enfermedades continúan asolando a las poblaciones pobres de todo el mundo. En 2005 se produjeron aproximadamente cuatro millones de nuevas infecciones por VIH. Para los pacientes de los países pobres, que padecen una carga desproporcionadamente alta de enfermedades, el acceso a medicamentos de calidad a precios asequibles tiene una importancia crítica. La mayoría de la población pobre paga los medicamentos directamente de su bolsillo, de manera que un ligero incremento en los precios torna los medicamentos que pueden salvar sus vidas en inasequibles. Las reglas del mercado–introducidas a través de Acuerdo sobre Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio- crean monopolios para los medicamentos que venden las farmacéuticas multinacionales, dejando fuera del mercado a sus alternativas genéricas de bajo precio. Las farmaceuticas de genéricos cumplen un papel básico para los países en desarrollo ya que reducen de forma sustancial el coste de medicamentos cuyos precios son prohibitivos para la inmensa mayoría de sus poblaciones. Estados Unidos como ya he dicho, en virtud de la industria farmacéutica, es especialmente culpable de promover mayores niveles de protección de propiedad intelectual en los países en desarrollo y utiliza todos los recursos a su alcance, entre ellos, la amenaza con sanciones a instituciones como la OMC.

Imaginar un mundo sin patentes farmaceúticas no consiste en buscar incentivos alternativos, sino en imaginar como los incentivos de mercado van a poner en marcha de nuevo la competencia por innovar, crear nuevos medicamentos y tener líneas más efectivas de investigación y baratas de producción, acabando con la competencia actual. Sin embargo, el sistema funciona: según datos de la propia industria, los cinco mayores laboratarios acaparan el 25% del valor de la producción mundial. No hay que engañarse, las grandes farmaceúticas colaboran más que compiten en aquello que la patente les posibilita: el bloqueo de posibles nuevos concurrentes, porque una industria farmaceútica sin patentes significa que el tiempo de explotación exclusiva de los medicamentos se reduciría por debajo de los (¡tan sólo!!!) cuatro años