14.11.06

El nuevo cine iraní

El cine iraní es considerado uno de los más novedosos y emergentes del mercado audiovisual actual. En Irán existe actualmente una explosión demográfica espectacular: en veinte años, la población casi se ha duplicado y cerca de la mitad de los iraníes tiene menos de 20 años. Los realizadores parten del propósito que asegura que “la verdad sale de boca de los niños” para abordar la realidad a través de sus ojos. Como pionero, su representante Abbas Kiarostami comenzó criticando el control de la sociedad. En una de sus primeras películas, "El sabor de la cereza" (1997), abordó el suicidio, contrario a la ley islámica, cuyas causas hay que buscarlas en Irán en una cierta desesperanza de la población frente a una sociedad bloqueada. También alude a la improbabilidad del Más Allá en "El viento nos llevará (1999). Pero Kiarostami no es el primer y único realizador que se interrogó sobre la sociedad iraní.
El cine conquistó su legitimidad (a juicio de los creyentes) con la revolución de febrero de 1979. Antes de esa profunda transformación política, consecuencia del descontento popular frente el régimen del shah y que desembocó en una “república islámica”, el clero siempre había estigmatizado el séptimo arte. El cine apareció en Irán a comienzos del siglo XX. Desde la apertura de las primeras salas en Teherán, en 1904, los religiosos manifestaron su oposición. Varios cines fueron incendiados con consecuencias a veces dramáticas. Los creyentes fanáticos no podían admitir la representación iconográfica del ser humano: sólo Dios es el Creador y el que da forma a los seres vivos. Toda representación figurativa está ausente de la ornamentación de las mezquitas, sobre todo en Irán. Sin tradición de expresión artística visual (con excepción de las miniaturas de los siglos XIV y XV), las representaciones “imaginativas” pertenecían a los escritores, fundamentalmente a los poetas.
De la noche a la mañana, el cine pasó a interesar a todo el mundo, incluso a los religiosos. El nuevo régimen decidió que necesitaba un control muy fuerte sobre la sociedad y se lo apropió de la imagen. La propia representación del poder se hizo omnipresente en la televisión, periódicos, carteles o cines. El séptimo arte, bendito y purificado de ese modo, fue legitimado. En cambio, el cine extranjero, contrario a los valores islámicos, fue prohibido. La producción iraní pasó así a reinar sin tener ningun rival, en el territorio nacional.

1 Comments:

At 10:37 p. m., Blogger Luis said...

SALUDOS DESDE GUATEMALA, QUE BIEN QUE HAZ CREADO TU BLOG, ESO DE CINE ES UNIVERSAL, PERO QUE BIEN QUE ANTE LA GUERRA SE VEA EL PROGRESO A TRAVEZ DE IMÀGENES.

 

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